sábado, 15 de septiembre de 2012

Desmontando a James Gray ("La otra cara del crimen")



¡ADVERTENCIA! Esta entrada contiene datos reveladores del filme


James Gray es un cineasta estadounidense no muy conocido entre el público pero considerablemente reconocido por la crítica cinematográfica. Tal vez, habrás oído alguna vez decir que es uno de los mejores cineastas norteamericanos contemporáneos sin saber el por qué. Por ello, The Big Kahuna va a analizar las secuencias más importantes de su película La otra cara del crimen (2000) que son representativas de sus aptitudes como director.

Antes de empezar, hay que aclarar que la sección de DESMONTANDO A… se dedica, única y exclusivamente, a examinar las secuencias para poner de relieve los recursos formales que los directores utilizan y el significado que esos usos pueden tener en la película, demostrando, así,  la habilidad que tienen dichos directores tras la cámara. A pesar de ello, no está de más puntualizar que, uno de los principales motivos sino el que más— de que James Gray haya alcanzado el reconocimiento que tiene actualmente con tan sólo cuatro filmes, es la manera en que ha irrumpido en este movimiento o estilo cinematográfico llamado neo-noir.

El neo-noir se podría definir como aquél tipo de cine que, haciéndose valer de la estructura y la estética del thriller, utiliza gran parte de los elementos del cine negro de la década de los treinta-cincuenta para narrarnos historias de temática actual. 

De esta manera, el neo-noir sigue girando en torno a hechos delictivos y criminales como el cine negro pero alterando —sin perder la esencia— sus elementos como puede ser su estética (no se utiliza el característico blanco y negro o el claroscuro y las sombras para exaltar la psicología de los personajes) y, sobre todo, el tono de sus filmes. 

Mientras autores como los hermanos Coen, Quentin Tarantino o Guy Ritchie han abordado el neo-noir desde una perspectiva irónica (los primeros) o posmoderna (los dos últimos) y otros, como Martin Scorsese o David Lynch, lo han hecho desde una apasionada cinefilia a ritmo del pop y rock de los 70’ (el primero) o desde la psicología (el segundo), James Gray se adentra en este movimiento alejándose de esa evolución “popular” y aproximándose a sus películas desde un punto de vista más austero, serio y trágico —en el más estricto significado de la palabra— característico de un clasicismo con ligeros tintes neorrealistas.

Dejando de lado esta pequeña introducción a la temática de su cine, vamos a centrarnos en su estilo formal, descubriendo que su manera de filmar va en  consonancia con la seriedad y —sorprendente— madurez con la que trata los asuntos en sus filmes.

Las secuencias que se van a examinar en esta entrada son de su segunda película, La otra cara del crimen. Gray nos narra la historia de Leo Handler (Mark Wahlberg), un delincuente de poca monta que, tras pasar un tiempo en la cárcel por no delatar a su grupo de amigos, vuelve a casa de su familia con la intención de enderezar su vida. Allí se reencontrará con su madre Val (Ellen Burstyn), su tía Kitty (Faye Dunaway), su viejo amigo Willie (Joaquin Phoenix) y la novia de éste, Erica (Charlize Theron), que, a la vez, es su prima. Aceptando un trabajo de su tiastro (capo de una de las principales mafias que controlan el negocio de los ferrocarriles en la ciudad) para reintegrarse en la sociedad, se convertirá en el blanco de un mundo de corrupción y asesinatos, de la policía y, lo que es peor, de su propia familia. 

Es habitual que los directores que cuidan mucho su manera de dirigir y de cómo plasmar en imágenes lo que pretenden contar, utilicen los primeros minutos de sus películas, aquellos momentos en que el espectador, “en teoría”, está más atento, para definir en uno o pocos planos todo lo que va a venir a continuación. Lo hemos visto anteriormente con John Ford y su Centauros del Desierto, lo podemos ver, también, en Mulholland Drive de David Lynch, en La condena de Béla Tarr, en El quimérico inquilino de Roman Polanski, en Following de Christopher Nolan y un largo etcétera de cineastas que muestran cierta sensibilidad a la hora de dotar de significado a sus imágenes.


 


Esta es la primera secuencia de la película. Aparentemente no aporta mucha información narrativa al relato, pero, en realidad, simboliza la esencia del mismo. Si tuviésemos que definir la película en una sola frase, ésta podría ser: un hombre que intenta dejar atrás el mundo criminal del que viene y empezar una nueva vida. Los primeros minutos no pueden ser más explícitos: Leo sentado en el vagón de un tren que deja atrás el túnel oscuro del que viene. Gray, en lugar de enfocar la cámara hacia lo que está por venir, la enfoca hacia lo que Leo deja a su paso. Inevitablemente se puede asociar la oscuridad del túnel con el pasado delictivo del que Leo se intenta alejar y, también, el tren que avanza por las vías como el viaje vital que ello va a implicar. ¿Finalmente podrá conseguir empezar una nueva vida? Las últimas imágenes del filme y, en concreto, la última nos lo desvelarán.

Una vez ha vuelto a casa, Leo es acusado por su tiastro y su amigo Willie de cometer un asesinato que, en realidad, ha cometido Willie. Mientras el resto de su familia le da la espalda, su prima Erica es la única que lo apoya y le cree por la ligera atracción amorosa que aún perdura desde los 15 años. Cuando Willie se entera de que la relación entre ambos va más allá que el simple parentesco, ocurre esta secuencia:
 



Esta es una de las escenas más importantes del filme ya que, la ruptura total de la amistad y el respeto entre Leo y Willie, desencadenará en una sucesión de escenas sangrientas que culminarán con la muerte de la propia Erica.

Como vemos, Gray filma la secuencia con templanza y sobriedad. En lugar de adornar la escena con recursos artificiales o realizar movimientos de cámara bruscos y violentos, rueda la pelea con la cámara prácticamente inmóvil, tomando una cierta distancia con respecto a la acción y en sólo tres planos que aumentan gradualmente la visión que el espectador tiene del entorno donde están luchando poniendo, así, a los personajes en contexto. Lejos se encuentra esta secuencia de acción de las reglas preestablecidas en el cine acción norteamericano actual, donde esta misma escena se rodaría en mucho más de tres planos de menos de un segundo de duración cada uno. 

Hacia el final del filme y después de que Leo se las ingenie para llegar a un acuerdo con los capos de las mafias que controlan el negocio de los ferrocarriles y su propio tiastro para librarse de la condena de asesinato y, de esta manera, sentenciar a Willie, éste, en un arranque de cólera, asesina a Erica tirándola por las escaleras de su propia casa. En la ceremonia de su funeral, con Willie ya en la cárcel, se junta toda la familia por primera vez después de todo el sufrimiento y la odisea por la que han tenido que pasar y ocurre lo siguiente:




En plena amargura por la tragedia familiar que acaban de padecer, el hermano de Erica (primo de Leo), en un ataque de rechazo hacia la situación en la que se encuentra, sale afuera y Leo acude a buscarlo y traerlo de vuelta a la casa. 


Es bastante significativa la manera en la que Gray distribuye el plano una vez están dentro de la casa.
 


De una manera muy marcada, tenemos a la izquierda a Leo y su madre ocupando una silla, a la derecha a su tía y su primo ocupando otra silla y, en el centro, tenemos una silla vacía que, dado el contexto en el que nos encontramos (el funeral de Erica), se puede interpretar como el puesto vacío que la muerte de su prima ha dejado en la familia.

La tía, que ha estado dándole la espalda a Leo en los momentos más difíciles, extiende la mano para que llene ese hueco suponiendo, por fin, esa aceptación y reintegración en la familia que llevaba buscando desde el principio del filme.

Con la situación familiar ya resuelta, a Leo sólo le falta alejar, de una vez por todas, el mundo criminal de su vida y, declarando ante un tribunal, delata a todos los miembros de la organización criminal ferroviaria, entre los cuales se encuentra, también, su tiastro. Por lo tanto, no es de extrañar que, una vez su protagonista ha conseguido reintegrarse en la sociedad y en su familia, Gray acabe su obra con esta secuencia:


Una imagen que convierte la película en un relato circular, que da sentido a la imagen inicial y que responde a la pregunta antes planteada de si el personaje sería capaz de dejar atrás su oscuro pasado y empezar de nuevo. La cinta acaba igual que empieza, con Leo viajando en un tren, pero, en este caso, se trata de un tren que avanza hacia la luz de una nueva vida libre de crimen y delincuencia. 

La otra cara del crimen es un claro ejemplo de las dotes de James Gray detrás de las cámaras, un director que, trabajo tras trabajo, demuestra tener una gran capacidad para contar historias y transmitir emociones con sus imágenes.



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